La película Tierra de audaces (1939) cuenta la vida de Jesse James. En este clásico de la cinematografía americana, uno de los personajes afirma: “Jesse fue un proscrito, un bandido, un delincuente… Pero no creo que América se avergüence de Jesse James”.
El diario español ABC, de trayectoria universal y cosmopolita como es sabido, publicaba esta semana un argumentario para defender la unidad patria. Al estilo de ‘Santiago y cierra España’, por descontado, que los dinosaurios no cambian de piel de la noche a la mañana. ABC: ’100 argumentos para la unidad de España’. Ahí es nada.
Walter Benjamin, uno de los filósofos que más y mejor han estudiado la historia de la dominación, aseguraba que “los respectivos dominadores son los herederos de todos los que han vencido una vez. (…) Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie. E igual que él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el que pasa de uno a otro. Por eso el materialista histórico se distancia de él en la medida de lo posible. Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo”.
La delirante desarticulación del comando Aritxulegi, conformado por unos 250 retoños de roble, vuelve a resituar el conflicto vasco en sus términos habituales. En ocasiones hemos tomado el argumento de “La vida de Brian” como doctrina o espejo que explica y permite entender los absurdos entresijos de nuestras calamidades. Pero no recuerdo ningún capítulo tan esotérico como éste de desmantelar un bosque de quercus robur por el peligro de sedición que representan sus ramificaciones.
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