En la teoría de grafos funciona el famoso “teorema de los cuatro colores”. Existe también la “conjetura de los tres colores”. En ambos casos se trata de dilucidar cuántos tonos, como mínimo, son necesarios para colorear cualquier mapa de manera que todas las zonas contiguas (pero no que coincidan en un solo punto) tengan un color diferente. El teorema lo es porque ha sido demostrado. En cambio la conjetura espera ser refutada. Este teorema tuvo su origen precisamente en los mapas geográficos.
La bandera nacional representa el poder político por medio del cual la nación se convierte en actor soberano en su territorio y para el resto de naciones. La bandera preside los rituales que actúan como instrumentos de socialización y también como instrumentos de poder para orientar la conducta. Funciona por adhesión emocional, asociada a menudo al himno, al margen de cualquier interpretación o análisis.
‘Nuestro objetivo no es reformar España, sino construir la República Catalana’ (Joan Tardà)
Mea culpa, mea culpa. Pater, me acuso de identitario… En pocos días, desde distintas publicaciones veo cómo se repite el artículo de Joxe Iriarte, Bikila, viejo militante de LKI y ETA VI, que define el trabajo de Nabarralde como historicista e identitario. Viento Sur, Rebelión, Gara… Es un análisis muy personal, muy ligado a la evolución de su pensamiento, que propone la alianza de Bildu con Podemos para “propiciar un proceso constituyente rupturista respecto al régimen”. Como es normal, habla del régimen español, de la constitución del 78, etc.
Uno de los momentos más inquietantes de la memoria histórica oficial es el que te lleva a descubrir que, aunque se cuenta como batallita, de hecho pertenece al capítulo del nacionalismo banal. En rigor, es uno de sus recursos más insidiosos y eficientes. Ese que nos construye un relato de la realidad, desde el poder, amañado, falseado, y la representa con una aureola de naturalidad. Así son las cosas -viene a decir- y así se las hemos contado.
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