“Errare humanum est”. Errar es humano. No tan conocida es la segunda parte del dicho: “sed perseverare diabolicum”. Perseverar, diabólico. Ya que a estas alturas de la vida la creencia en el diablo no tiene demasiado predicamento, podemos echar mano de otra reflexión que se ajusta como un guante a esa tendencia bípeda a insistir una y otra veces en errores de los que nos suponíamos escarmentados: el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Entre tropiezos, esta divagación viene a cuento de esa iniciativa de la Diputación de Gipuzkoa de poner, en la frontera de malhechores que nos separa de la Alta Navarra, carteles de publicidad: ‘Iruñea, Leizaran… Euskal Herria. Basque Country’.
Para que haya menos dudas de lo que se pretende anunciar, el panel viene ilustrado con los escudos de los territorios históricos. Es decir, Nafarroa es una parte, menor, del conjunto. Un resto desgajado, perdido, que habría que reinsertar en el conjunto que somos nosotros, los que lo tenemos claro. El problema es que ya hace muchos años ese mismo mensaje se gritó, con la mejor voluntad del mundo, y tuvo un efecto contraproducente: Nafarroa Euskadi da! Exactamente la misma cantinela; con la variación musical de que donde ponía Euskadi hoy ponemos Euskal Herria, porque somos más guays y nos distinguimos del PNV (pero, como se ve, no de aquella mentalidad).
Hay que reconocer que el cartel de lugares de interés turístico está bien planteado en términos de publicidad. La primera condición, llamar la atención. Que no pase desapercibido. Si hace falta, levantar ampollas, que la altura de la polémica es proporcional al radio del círculo de su mancha extendida. No se le puede negar al autor la habilidad para meter cizaña y el gusto por la provocación.
Era previsible que la inmediata reacción de los navarreros sería la de poner el grito en el cielo. ¡Que vienen los vascos! Como si hubieran invocado a los muertos de una vieja batalla a una nueva cruzada… Encantados. Si hicieron su agosto con aquella versión de “… Euskadi da”, ahora se frotan las manos, a pocos meses vista de las elecciones, ante la perspectiva del filón. ¡A defender las fronteras! Ya nos imaginamos a la Barcina dando el mitin en la cuneta de la autovía, debajo del cartel.
Ha sido el dibujante Oroz quien ha puesto los puntos sobre las íes con una viñeta que toma de la historia una precisión justificada. El mismo cartel, pero a la contra: “Donostia, Hondarribia, Malmasín, Durango… Reino de Navarra”. Euskal Herria Nafarroa da, viene a decir. Es el mensaje de la Diputación guipuzcoana, el mismo, pero con los pies sobre la tierra, sobre la historia real de nuestro pasado. La historia, en efecto, nos da una perspectiva para entender (y abordar) la realidad. Euskadi; Euskal Herria; Basque Country… todo ello ha sido Nafarroa. Una visión unitaria del país. La memoria ofrece una integración imaginaria en medio de una desvertebración nefasta. Un territorio. Una nación. Una historia. Un relato. Una narración que permite integrar espacios, voluntades y sensibilidades.
Está claro que ahí tenemos un problema real, y que no acertamos a solucionarlo. En esa polémica mal planteada (ya lo advirtió Telesforo Monzón) nos volvemos a enredar en la división. En las posiciones ideológicas y mitológicas mal avenidas. En el ‘y tú más’. Ni el navarrerismo rancio, cunetero, ni el nacionalismo bizkaitarra derivado del imaginario vascongado, del Irurac bat de los caballeritos de Azkoitia, nos ofrecen un proyecto cívico, de futuro, integrador. Erasmo de Rotterdam decía en su “Elogio de la locura” que, sin cierto grado de estupidez, el ser humano no llegaría siquiera a nacer. ¿Es posible que sigamos naciendo?
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