El año que comienza, 2020, representa una fecha referencial en la historia de nuestro país. De Vasconia en su conjunto. Hace cuatro siglos (1620), con el Edicto de Pau, el rey francés Luis XIII (Luis II de Navarra) unió ambas coronas y trasladó el parlamento de Donapaleu a Pau, lo que supuso de facto la desaparición del Estado vasco que subsistía en aquel pequeño territorio de la Baja Navarra.
Desde nuestra perspectiva actual, se nos presentan dos significados que debemos retener de aquellas fechas. Por un lado, como es natural, el fin de un Estado independiente que había existido durante casi mil años, y que señalaba la existencia de Vasconia en el mapa internacional. Con todo lo que conlleva: una lengua oficial en el mundo; una cultura universal, reconocida; unas instituciones propias, que dialogaban con los poderes del mundo en términos de igual a igual… Por otra parte, era el final de una etapa singularmente espléndida (la que hizo escribir a Shakespeare aquello de ‘Navarra será la admiración del mundo’), el Renacimiento navarro, un recorrido cultural, del pensamiento y las artes, animado por la tutela de tres reinas, que con su impulso dieron esplendor y altura a la sociedad vasca. El protestantismo, la literatura, la escritura del Evangelio en euskera (su institucionalización como lengua culta)…
Nada de todo ello, que marcó una época europea, nos resulta familiar hoy en día. No se enseña en la educación oficial. Nos han borrado la memoria; nos han hecho creer que nuestra lengua no sirve para obras supremas; nos hacen avergonzarnos de nuestras instituciones y gobiernos… El que viene puede ser un buen año para pensar en todo ello, conocer, divulgar y aumentar nuestra autoestima.
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