Se nos ha muerto Joxe Ulibarrena, el escultor. El amigo. El exiliado. El hijo del fusilado. El espíritu libre que habitaba las estancias y ruidos del caserón de Fantikorena. El genio de la lámpara que guardaba aparejos y artilugios de una cultura del trabajo, que aún respira y da frutos. El poeta del hierro viejo, cosechero de layas, cerraduras, tenazas, calderas, cachivaches, pucheros. El autor de aquel recuerdo a los caídos en la batalla de Noain. El pintor que dibujó a Joxe Miel Barandiaran, a Miguel Irujo, a Pedro de Navarra, a César Borgia y otros conocidos suyos. El contrincante de disputas y desafíos de Jorge Oteiza, con quien estará compartiendo ahora cavidades y recovecos y jugando al escondite en un vacío escultural infinito. El monumento a la txondorra de los carboneros más lúcidos. El zahorí que aconsejaba mirar en las cunetas, donde otros sólo veían surcos y rastros líquidos, por si debajo del polvo olvidado aparecían los cuerpos de los fusilados, los desaparecidos. El mensajero de un lejano reino de Pamplona, que habitaba en su propia casa, donde invitaba a los visitantes a acompañarle en un recorrido por el tiempo. El profeta del mañana, que sabía que un pueblo construye su futuro sobre el solar de su patrimonio y la memoria de lo que se ha sido. José, el artista de Azkoien, de Arteta, de Eskirotz. El viejo amigo. Que la tierra te sea leve.
Betiko argia!
Un abrazo a Elur, Aritz, Alodia, Odón… a toda la familia, de la gente de Nabarralde.
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