Urrian zehar Iruñean, Leitzan eta hainbat tokitan Nabarraldek antolatuta jardunaldi interesantea burutu dugu. Aurten, jardunaldi horretara ekarri dugun gaia ez da ahuntzaren gauerdiko eztula. Mundu mailan, Globalizazioarekin joera bat ikusten dugu, populazioa hirietara bizitzeko joera hain zuzen. Aspalditik dator tendentzia hau; baina une honetan, globalizazioaren kontestuan, sekulan baino era masiboagoan gertatzen ari da.
Dakizuenez, Nabarralden urteak daramatzagu ondarearen gaia lantzen eta jorratzen. Hasieran ondare industriala, duela bospasei urte; gero paisaia; baita hirietako alde zaharrak ere, non hiri horien ondare historikoa, arkitektonikoa, memoriala, inmateriala, etab. biltzen baita.
Bada, globalizazioaren joera honetan aurten landu nahi izan dugun gaia hauxe da; zer gertatzen da ondarearekin nekazaritza lurraldeak hustutzen direnean. Zer gelditzen da populazioa hirietara doanean. Zer egin utzitako ondare horrekin. Zer eragin duen prozesu honek…
Como he dicho al principio, hoy traemos al debate un tema que no es la tos de una cabra por la noche… Por si alguien no me entiende, he traducido literalmente la primera frase: gaurko gaia ez da ahuntzaren gauerdiko eztula. No es la tos de una cabra a medianoche. ¡Qué dice este!, nos podemos preguntar. Digo que no es una bagatela o una chorrada; es un tema serio. Si no se me entiende, es lo que pasa cuando un idioma tiene un sentido, en un entorno concreto, en un ámbito determinado, y lo cambiamos de sitio. Porque el euskera, que es un patrimonio lingüístico de nuestra tierra, está muy vinculado al medio rural. Y en ese terreno se expresa a través de sus recursos, sus expresiones, sus figuras, sus personajes…
Azaroa bero, negua gero. Azaroa hotz, negua motz
A zer parea, karakola eta barea! Zozoak beleari, ipurbeltz. Eguzkia eta euria, Erromako zubia. Elur urte, gari urte. Orhiko xoria Orhin laket.
¿Qué entenderemos de estas expresiones cuando no sepamos qué son karakola eta barea? O zozoa eta belea. Cuando la montaña pirenaica sea algo ajeno y vacío. Sin sentimiento. Cuando no sepamos qué es una cabra y cómo tose por la noche.
El despoblamiento rural plantea graves problemas a las gentes que se quedan en los pueblos. A las instituciones. A la ordenación territorial. Provoca enormes desequilibrios y disfunciones en la gestión del territorio, de los servicios, de las oportunidades de futuro, de la viabilidad económica de las comarcas. Es una situación difícil, que reclama medidas urgentes… Nadie en esas circunstancias se preocupa de algo antiguo y rústico como el patrimonio, que pasa a segundo plano.
Como decía a propósito de las expresiones rurales del euskera, ocurre lo mismo con otras formas de patrimonio, que al vaciarse el país de gente pierden su sentido. Quedan abandonadas, desaparece su valor y se degradan. Y con ello se desvanece una memoria; una identidad; una cultura; unos usos; unas prácticas; una riqueza territorial, paisajística…
¿Qué hacemos entonces con el caserío, desplazado por el progreso y el uso de nuevas explotaciones del campo? ¿Qué hacemos con edificios históricos, iglesias y palacios de otros tiempos, con los castillos en ruinas y su valor memorial, con el paisaje de bosques y montañas, con el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente, con las tradiciones ancestrales, con la mitología, folclores, carnavales, danzas, con los viejos oficios, con el relato de nuestros orígenes, creencias religiosas, saberes curativos, con la trasmisión de la lengua vasca o el sentimiento de identidad de estas poblaciones?
El patrimonio no es sólo un legado material (que lo es, por supuesto). Es también un elemento motor que da cuerpo a la colectividad. Que da sentido a la gente. Que le aporta cohesión social, espíritu de comunidad, sentimiento de pertenencia, relato de orígenes, autoestima, orgullo de ser quien se es… Es el mecanismo compartido que crea el sujeto colectivo. Sin patrimonio no hay sociedad. Dicho de otra manera, sin patrimonio no hay futuro.
¿Qué haremos con nuestra cultura cuando se borre la memoria de las cabras? ¿Qué sentido tendrá nuestro país, nuestra sociedad, cuando hayamos perdido tanto? ¿No seremos presa fácil de la cultura globalizada, enlatada, de consumo? ¿Sabremos reconocer una tos a medianoche, y entender su significado, más allá del pánico que ahora nos provoca la pandemia y el contagio?
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