La existencia del euskera lleva a maltraer a los españoles. Es un sinvivir, un quebranto. Pueden comprender que seamos atávicos, cavernícolas y otras lindezas que nos dedican; pero se les atraganta que, con lo rústicos y primitivos que somos, utilicemos una lengua tan difícil y esotérica. Admirose un portugués de ver que en su tierna infancia todos los niños en Francia supiesen hablar francés… Es posible que, más que luso, el admirador del verso fuera hispano.
Hace una semanas ocurrió en el diario ABC, de arraigada tradición monárquica, que abrió portada con la noticia de que se pretendía imponer el idioma vasco en La Rioja. No importa que haya, o no, algo de verdad en la información. Basta con que algo suene a hereje, y se levanta una hoguera. Por lo visto alguien del PSOE incluyó en su programa electoral una alusión al valor patrimonial de los documentos de San Millán de la Cogolla, monasterio medieval donde se conservan las Glosas Emilianeses, a las que se considera el primer testimonio escrito del castellano y el euskera. A partir de ahí, según contaba ABC (y se escandalizaba), con ese programa se pretendía normalizar el euskera en el Estatuto, y hacerlo obligatorio en La Rioja; como en Navarra (sic). Resulta bochornoso observar cómo la mera alusión a unas notas medievales en euskera ha servido de posta lobera, de munición, de acusación, de anatema. Se ve que el tema da votos; o superioridad moral; o una versión paralela del ‘a por ellos’ en tierra española. Nuestro idioma les es una peste, una lacra. Terrible el odio y la execración que nuestra identidad les despierta. En cuanto al aprecio o el respeto a otras culturas, llevan el fascismo como traje de gala.
A la par, tampoco el diario El País se resiste a esta malquerencia histórica. Esta semana es Antonio Elorza quien ataca el carácter nacional de nuestra lengua (así titula su escrito: “La lengua nacional”). Más sutil que ABC, se las da de analista, y experto en nuestra materia colectiva… sin que ello impida burlarse de nuestra existencia, y desacreditar el uso del euskera. Así, con ese humor de sal gorda, de ocho apellidos vacunos, nos explica que “a partir del neolítico el homo pirenaicus vasco, según contaba alguien en broma, no estuvo solo, acompañándole la vaca pirenaica”. Sentido del humor le llaman. Creo que en El País proponen que nos acompañe la cabra de la legión, más culta, progre, cosmopolita y desde luego ibérica.
También, a propósito de la campaña de Euskaraldia, descubre tufillo racista en esta iniciativa, que le viene ya desde Sabino Arana, y de Ibarretxe, pues en el rol de ‘belarriprest’ percibe el eco del ‘discriminatorio belarrimocha’ (sic). Fácil juego de palabras. Al Elorza se le ve la oreja.
Pero donde quizás más se le ve la patilla es cuando adjudica a Sabino Arana la mala intención de usar el euskera para “crear la diferencia”. No; hemos leído bien; no se trata de que sea tu idioma, de que lo uses en comunidad aunque esté colonizada, que represente tu infancia, emociones, recuerdos y añoranzas, tu mundo interior, y el social, y sea tu vida y memoria, tu cultura, tu modo de interpretar la realidad que nos rodea… Para el homo paranoicus de El País ‘lo esencial’ (sic) de la lengua vasca es la estratagema del nacionalismo de utilizar “la diferencia” para marcar el terreno de la soberanía. Parece que para Antonio Elorza España sigue siendo aquello de la unidad de destino en lo universal; y ¡claro!, lo diferente le desmonta la primera condición, la unidad, la premisa unitaria. Joseantoniano. Insisto: ¡se le ve la oreja!
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