La película Tierra de audaces (1939) cuenta la vida de Jesse James. En este clásico de la cinematografía americana, uno de los personajes afirma: “Jesse fue un proscrito, un bandido, un delincuente… Pero no creo que América se avergüence de Jesse James”.
Cualquiera que haya disfrutado de estas películas, con todos los reparos ideológicos que se le puedan oponer, sabe que la vida de Jesse James forma parte del relato de EEUU, de la memoria de la construcción del país, de sus grandezas, tropiezos y agarradas históricas… Y en ello, no me cabe la menor duda, también forma parte de la acreditada capacidad que demuestra esa sociedad para atraer masas de inmigrantes de los orígenes más dispares del mundo. Para integrarlos, asimilarlos, darles una identidad y ofrecerles un entorno de cohesión social y futuro.
Menciono esta referencia cinematográfica por lo chocante que resulta este capítulo de la memoria y la historia entre nosotros. A diferencia de la citada Tierra de audaces, la sociedad vasca sí se avergüenza de nuestros Jesse James. Las figuras de nuestro relato han de ser progresistas, feministas, solidarias y revolucionarias. Si no, las borramos. Las silenciamos como enemigas del pueblo. O, sencillamente, pasamos del rollo de la historia, porque nos da reparo y bochorno todo lo antiguo y/o primitivo.
Sin embargo, resulta significativo descubrir cómo dos procesos independentistas próximos, en construcción, Cataluña y Escocia, saben utilizar la fuerza de la historia, y trabajan la recuperación de la memoria histórica. Cataluña, sin ir más lejos, ha elegido la fecha del 300 aniversario de la derrota y ocupación de Barcelona para marcar el día de su consulta soberanista.
Nabarralde ha organizado, un año más, un curso de historia vasca, de Navarra, Euskal Herria (que todo es lo mismo), curso que se imparte a distancia, on line, gracias a los recursos que Internet permite en este momento. Como ya lo venimos practicando, se trata de estudiar la historia del país desde nuestra propia perspectiva, no desde la habitual que es la de los Estados español y francés; una visión en la que no existimos más que como circunstancias colaterales. No hace mucho un titular de cátedra académica se burlaba de estos estudios porque no están apadrinados por instancias ministeriales. Es decir, por la autoridad competente. Es lógico y natural. Sin embargo, en esta ocasión el curso, organizado con la Federación de Ikastolas de Navarra, sí viene acompañado de los correspondientes créditos para quien le interese.
En sus lecciones de 1976 Michel Foucault explica cómo la historia no es una disciplina neutra. No es una ciencia al uso -lo cual no le exime de utilizar métodos científicos-. Siempre presenta un cierto grado de interpretación y, en ello, de subjetividad. Según dice, se desarrolla “por los efectos del poder”. Es el lugar privilegiado en el que se elaboran procesos implícitos de legitimación, por supuesto, de la dominación política. “La historia es siempre la historia del poder -cita Yves Charles Zarka, al hilo de las lecciones de Foucault- en el doble sentido en el que el poder es a la vez su sujeto y su objeto. No se contenta pues con describir el devenir del poder, sino que ella misma es un acontecimiento del poder: un discurso del poder sobre sí mismo. Un modo para el vencedor de culminar su victoria por el relato que la justifica”.
Estamos hablando, pues, de la construcción de las sociedades, siempre desde la perspectiva de la dominación. Foucault entiende, frente a ello, otra tarea que consiste precisamente en desvelar los resortes de la historia del poder. Que parte del campo de los vencidos para escribir la historia de quienes fueron sometidos. Se trata de una tentativa de liberar los discursos sometidos, los ‘discursos de las revueltas en las que perdura la tradición de otra legitimidad que reivindica sus derechos e intenta hacerlos prevalecer’.
En definitiva, lo que propone Foucault es el intento de derrocamiento de la historia oficial, que es la del poder. Pero para ello es imprescindible reconocer el valor de este conocimiento y recuperar la presencia de nuestros Jesse James.
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